UNA cree que la gente que realmente sabe cocinar necesita muy pocos chismes en la cocina, pero las que nos defendemos a duras penas solemos llenar la cocina de cachivaches y bártulos de diferentes tamaños y colores para intentar paliar nuestra falta de destreza al cocinar.
Pasa que las cosas están programadas para romperse, como ya sabemos: la llamada obsolescencia programada nos invita de manera regular y constante a mantener activo el consumismo.
En las últimas semanas se ha roto la batidora, el molinillo de café que uso para moler semillas, el exprimidor de zumos y la olla a presión eléctrica programable (ya os he comentado que no sé cocinar).
A este desastre en cadena puede que hayan contribuido, además de la obsolescencia programada, las incipientes excursiones de mis hijos adolescentes al mundo culinario.
Puede.
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Photo by Brooke Lark on Unsplash |
El caso es que UNA se ha sentido muy tentada a reponer estos utensilios con la compra de unos nuevos porque mi tiempo en la cocina no puede exceder al que tengo disponible.
Esos utensilios ayudan a sacar mayor partido de ese tiempo.
Escribir este blog me hace mantenerme coherente con el reto y me da cierta sensación de tener que rendir cuentas, así que finalmente he resistido la tentación de comprar y he sustituido algunos utensilios con otros viejos que teníamos en el apartamento al que vamos en verano, y he renunciado a sustituir otros aunque ello me suponga tener que modificar menús y recetas.
Es lo que hay:
#un-año-sin-compras-mundanas
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